Ciudad
Real tiene su patrona, la Virgen del Prado, a cuyo nombre van unidos los timbres más gloriosos de la historia de esta nobilísima capital.
Cuentan
historiadores que allá por el año 1013, Mosen Ramón Floraz, caballero aragonés, gran servidor y privado del rey don Sancho el Mayor de Navarra, al llegar a las cercanías de Velilla de Jiloca
(Aragón), el caballo en donde venía, se le hundió una pata junto a una fuente en donde había llegado a beber. Queriendo Mosen Ramón ayudar a su brioso corcel, vió cómo el caballo con sus patas había
dejado al descubierto un gran hueco. Extrañado el caballero, quitando con su daga las piedras de alrededor descubrió una gran cueva como edificio antiguo. Atraído por la curiosidad penetró en el
subterráneo encontrándose, en un nicho en la pared, una preciosa de la Virgen María, sentada a forma de matrona romana, con un niño sobre las rodillas y con un pergamino escríto en latín antiquísimo
en donde se decía qué imagen era aquella y en qué tiempo se había puesto en aquel lugar. Se trataba de la Virgen de los Torneos que había sido soterrada, tres siglos antes, por devotos cristianos,
para librarla de la invasión árabe.
De esta
forma, los Reyes Cristianos recuperan la imágen santísima de la Virgen llamada entonces "Nuestra Señora de los Reyes"
Tras
llevar la imágen la comitiva real por gloriosas batallas que engrandecen el dominio cristiano por la península, a mediodía del 25 de mayo de 1088, llega la comitiva a un pequeño caserío llamado
Pozuelo Seco de Don Gil, termino de Alarcos, situado en el camino que une la ciudad del Tajo con Andalucía.
Emocionados los pozueleños por el resplandor de tanta belleza y movidos por un gran amos hacia la Virgen María, suplican que la dejen en el lugar donde prometen
levantar un templo digno a tan Excelsa Señora.
Sus
peticiones caen en vano y la comitiva prosigue su camino.
Un
aldeano movido por devoción, no se movió del prado donde siguió cantando y rezando a la Virgen y cuando más entisiasmado se hallaba en su oración, vió que una blanca paloma se posaba en la encina
donde unas horas antes había estado la imagen de la Virgen. Deseoso de cazar la bella paloma le lanzó una piedra y, al instante quedó convertida en la imagen de la Stma.Virgen, rodeada de brillantes
ráfagas de resplandores. Atónito queda nuestro afortunado mozo ante la visión tan maravillosa, y una vez repuesto, corre loco de alegría a dar la nueva a sus convecinos, gritando: Milagro! Milagro!
La virgen ha vuelto!
Que
suavemente dispone Dios las cosas raras que se ejerciten los decretos de su Divina Providencia.... Quiso que la viajera imágen de su Augusta Madre, a su paso por este humilde caserío, se quedaqra
allí, erigiendo, bajo su protección y amparo, los cimientos de una insigne ciudad.
Pasando
a nombrarla Patrona Nuestra Señora "La Virgen del Prado".